miércoles, 5 de mayo de 2010

Inevitable fútbol

Toca hablar de fútbol, mejor dicho (escrito), football, pero no me referiré a la épica de estos modernos enfrentamientos que obligan a varios miles a observar el mundo, durante 90 minutos, en un plano dicotómico donde los buenos deben derrotar a los malos, sin paliativos.

Mis amigos saben que hay un equipo en el mundo con el cual simpatizo: el Atlético de Madrid. Equipo sufrido que gana poco, pero cuando gana casi siempre lo hace acompañado de la épica: victorias sufridas, vibrantes, que hacen gustar del ganador sin importar casi nada el rival, aquél al que le tocó perder. Es decir, ganar es gozoso, no vencer al otro. Entre otras cosas extrañas de este club.

Pero tampoco hablaré de ese equipo que me gusta tanto. Deseo comentar hoy sobre algunos trozos de una entrevista de un deportista de lujo en España: Iker Casillas, arquero del Real Madrid.

Acabé de leer con mucho gusto una entrevista realizada con él la pasada semana en la que primero expresaba su pena de que el Barcelona no esté en el estadium de su equipo para disputar la final de la Champion's League. Según la prensa, una pena sincera, sin dejos de ironía ni burlas contra el rival de siempre de su equipo. Argumentos? Dos: "deseaba que un equipo español esté en la final"y "tengo amigos en ese equipo".

Seguidamente, expresaba una felicitación al Atlético de Madrid por estar en dos finales de competición.

Me provocó alegría leer la nota porque me permitía leer y sentir, desde la expresión de un protagonista, el sentido fundamental del deporte, y, por qué no decirlo, de la vida: competir y ganar requieren de grandeza, la grandeza de que quien triunfa no precisa humillar al perdedor, y más aún, que bien se puede evitar el mofarse de aquél a quien le toca perder.

A diario vivimos experiencias en las que toca competir, y el resultado puede presentarse en dos escenarios: ganamos aquello que buscábamos,  o no alcanzamos lo persiguido. En ambos casos, siempre hay un otro, otros, que participaron de la competencia. Qué actitud adoptamos frente a ellos? Cómo los consideramos? Son rivales que "merecían" perder? Por qué? Me atrevo a pensar que la grandeza de la victoria está en expresar respeto por el rival: respetarlo cuando le vencemos y respetarle también en su victoria. La competencia, finalmente, no es más que una prueba de nuestros propios logros y límites.

En el otro lado, corremos el riesgo de encontrarnos con la actitud pobre, la del ninguneo al rival, la desconsideración, la ignorancia. De ello bebemos a diario. El padre que demerita el éxito del compañero de curso de su hijo que logró la medalla de mejor estudiante, la duda sobre el por qué otro fué quien ganó la beca y no yo, por qué el trabajo se lo dieron a Pedro y no a mí, o, si me tocó ganar: "es que los otros eran unos ignorantes", entre otras perlas.

Acercarse, conocerse, compartir, promover la colaboración aún cuando se compite, son las bases de la convivencia y del desarrollo humano. Más Iker y menos Mourinho, por decirlo de alguna manera.